En medio de la situación actual de pandemia, varios directivos, académicos, profesores y estudiantes han manifestado su preocupación por los altos índices de deserción que se han experimentado en nuestras universidades como consecuencia de la actual crisis sanitaria. Las causas de dicha deserción pueden atribuirse a problemas económicos insalvables pero la realidad no es tan simple. Ciertamente, el obstáculo más difícil a vencer por parte de los estudiantes para continuar sus estudios es el socioeconómico. Sin embargo, la coyuntura actual pone en evidencia un aspecto, con frecuencia olvidado por los líderes y hacedores de políticas públicas: la tecnología.
Si un joven estudiante tiene acceso a internet, sus profesores poseen las destrezas tecno pedagógicas para impartir clases a distancia vía internet y cuentan con las plataformas físicas y digitales para aprender y recibir la enseñanza, ¿desertaría de sus estudios universitarios? La respuesta lógica es que no. Es cierto afirmar que todo lo dicho anteriormente se hace posible, entre otras cosas, por medio de importantes inversiones financieras y diversos recursos logísticos y humanos que provienen del sector privado y público. Sin embargo, si se cuenta con todo ello y no tenemos las capacidades digitales para asumirlas y aprovecharlas, sería imposible para el sistema educativo la aplicación efectiva de las bondades de la tecnología.
Lo que nunca podemos perder de vista es que, un profesor que no posea las competencias digitales necesarias para crear y gestionar un proceso de enseñanza y aprendizaje en un aula virtual, jamás podrá impartir clases de manera exitosa, aunque le regalen una laptop con acceso a internet. Un estudiante, sin tomar en cuenta su condición social, no podrá aprovechar las ventajas de la transformación digital de la educación si no es iniciado de manera correcta en el mundo del aprendizaje en línea.
En conclusión, no solo debemos invertir dinero regalando miles de laptops y garantizando un acceso de calidad a internet. Nunca dejemos de lado lo más importante: el factor de alfabetización y empoderamiento tecnológico que posibilita la democratización del conocimiento y el acceso igualitario a la educación de calidad.